Erase una vez que en la corte del reino de Bélgica vivía una Princesa llamada Carlota, hija del Rey Leopoldo y de la Reyna Luisa María que había muerto hacía poco tiempo.
Debido a su belleza e inteligencia, la joven era muy asediada por Reyes y Príncipes pero ella no los aceptaba ya que esperaba la llegada de su Príncipe Azul.
Pero un buen día llegó ante su padre un joven alto, guapo y muy galante que resultó ser Maximiliano el Archiduque de Austria, al verlo Carlota de inmediato se sintió atraída por el recién llegado y al platicar con él se enamoró completamente al darse cuenta de lo educado que él era.
El Rey Leopoldo vio con buenos ojos el interés que el Archiduque tenía por su hija, así que estuvo de acuerdo en que el joven la cortejara.
Fue así como iniciaron su noviazgo y todos los días se les veía pasear por los jardines del palacio, el joven tomaba de la mano a la joven Princesa y le decía los planes que tenía para el futuro, ella dejaba volar su imaginación y estaba muy ilusionada de que sus planes llegaran a realizarse.
Se aproximaban las fiestas de fin de año y en Navidad Maximiliano le dio de regalo a su amada un par de aretes, un hermoso broche de oro y un brazalete con guardapelo que contenía un rizo de su propio cabello, al ver el regalo Carlota se emocionó tanto que abrazó a su prometido que casi estuvo a punto de tirarlo al piso y siguieron entre risas su paseo por los jardines del palacio.
Fijaron la fecha de su boda para el día 27 de Julio de 1857 y la Princesa llegó a la Iglesia del brazo de su padre, su hermoso vestido de seda blanco y bordado en oro hacía lucir aún más su belleza, en el altar la esperaba el joven Archiduque el cual se veía muy gallardo en su uniforme de Almirante de la Armada Austriaca y al encontrarse sus miradas notaron la felicidad que los embargaba a ambos y tomados de la mano se postraron ante el sacerdote para que bendijera su matrimonio.
Hola están muy padres todos los cuentos
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